El Castillo de Colditz situado en Sajonia, Alemania, es un gran castillo de origen medieval que podría haber pasado de largo por la historia si no fuera porque durante la Segunda Guerra Mundial fue utilizado como prisión por el régimen nazi. Durante esa época el Castillo de Colditz fue conocido como Oflag IVc y sus muros fueron testigo de algunos intentos de fuga tan espectaculares como geniales, dignos del mejor guión de cine.
Los orígenes del Castillo de Colditz se remontan al año 1158 cuando comenzó su construcción, sirviendo de baluarte defensivo y atalaya durante siglos. Tras varias reconstrucciones y renovaciones, el recinto del castillo y sus terrenos anexos se utilizaron para diversas funciones como hospicio y hospital psiquiátrico, hasta que durante la Primera Guerra Mundial fue utilizado como campo para prisioneros de guerra.
El hecho de que nadie consiguiera fugarse de Colditz hizo que fuera utilizado de nuevo para esta función también durante el régimen nazi.
Los nazis comenzaron a usar Colditz para sus intereses poco después de llegar al poder en 1933. En esa primera época se encarceló allí a comunistas, judíos y homosexuales. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial pasó a denominarse oficialmente como Oflag IVc (Offizierslager IVc o Campo de oficiales). Entre octubre de 1940 que llegaron los primeros prisioneros y abril de 1945 cuando Colditz fue tomado por las tropas estadounidenses, el campo Oflag IVc estuvo funcionando como prisión nazi de máxima seguridad, acogiendo entre sus muros a oficiales experimentados en fugas de otros campos; a los denominados "volksfeindlich" o traidores; y a algunos personajes distinguidos o familiares de personajes aliados importantes que habían sido capturados.
Su seguridad era tal que a menudo se decía que había más guardias que prisioneros dentro de sus muros siendo la única prisión de alta seguridad de este tipo de toda Alemania. Controlado por la Wehrmacht, una guarnición vigilaba el patio con sus dos únicas salidas mientras todo el recinto estaba rodeado de alambradas y vigilado constantemente por 200 centinelas. Además el castillo estaba construido sobre un terreno idóneo para esta función ya que se asentaba en un saliente de rocas sobre el río Mulde, en la localidad de Colditz, a más de 400 kilómetros de una frontera que no estuviera bajo el dominio nazi.
A pesar de todo ello, el Castillo de Colditz es conocido por los numerosos intentos de fuga que se produjeron durante esos años. Si bien la mayoría no tuvieron éxito y los prisioneros fueron capturados de nuevo tras conseguir fugarse, se estima que entre 30 y 36 personas alcanzaron su objetivo de escapar y ponerse a salvo en las poco más de 20 fugas exitosas que hubo. Solo se produjo una muerte, la del teniente británico Michael Sinclair en septiembre de 1944 cuando fue tiroteado al intentar saltar la valla, fue enterrado con honores militares en el mismo cementerio del castillo.
Para preparar las fugas, los prisioneros idearon una forma de obtener información de algunos guardas alemanes o de gente del pueblo, creando una especie de mercado negro con los suministros que les enviaba la Cruz Roja. Gracias también a algunos objetos que conseguían introducir en la prisión a través de los paquetes personales que recibían, con los que se fabricaron herramientas y a una gran labor de campo por la que obtuvieron duplicados de llaves, mapas e identificaciones falsas, en poco tiempo se empezaron a producir las primeras fugas. En algunos momentos llegaron a ser tan numerosos los intentos de escape que se nombró un oficial de fugas para poder coordinarse. Este cargo recayó en Pat Reid, un oficial que años después escribiría un libro sobre la prisión de Colditz y los intentos de fuga aunque él no consiguió escapar con éxito.
La primera fuga con éxito del Castillo de Colditz se produjo en abril de 1941, cuando el teniente francés Le Ray consiguió escapar y huir a Suiza. Le Ray aprovechó la disputa de un partido de fútbol para esconderse en una cabaña en construcción y evitar a los guardias, allí se vistió de civil con unas ropas que había escondido, tras huir, caminó más de 400 kilómetros hasta la frontera Suiza y alcanzó la libertad. Antes que él ya lo habían intentado otros 8 presos en 4 intentos de fuga, el primero de ellos en marzo, cavando un túnel. Los 8 fueron capturados antes de poder escapar.
Los intentos de fuga se siguieron sucediendo de las formas más variopintas: disfrazándose de guardias, de electricistas, incluso de mujer; haciéndose pasar por enfermos para fugarse más fácilmente desde el hospital al que eran trasladados; escondiéndose en el saco de correos; construyendo túneles desde casi cualquier sitio como los baños o la capilla; e incluso alguno de ellos consiguió fugarse mientras era conducido a juicio escapando por el camino y subiéndose a un tren.
Los guardias alemanes llegaron a construir un museo en el castillo donde iban recogiendo todo el material de fugas que incautaban. Dos de las piezas destacadas eran dos cabezas de arcilla que los presos construyeron para sustituir en el recuento a los oficiales que conseguían fugarse.
Algunos de estos intentos de fuga del campo Oflag IVc fueron tan originales y elaborados que merecen ser mencionados en más detalle. No solo son dignos de un guión de Hollywood, en algunos casos fueron la inspiración para algunas de las más conocidas películas sobre fugas.
En diciembre de 1940, el prisionero Peter Allan Murray intentó fugarse metido dentro de un colchón. Este oficial británico que hablaba un alemán fluido gracias a que había estudiado en Alemania antes de la guerra, se vistió con un uniforme de las juventudes hitlerianas y aprovechando su pequeña estatura y peso, se escondió dentro de uno de los colchones que se iban a llevar fuera del campo. Consiguió llegar hasta Viena donde pidió asilo al consulado americano (Estados Unidos no había entrado aún en el conflicto oficialmente) que se lo negó. Exhausto y sin dinero, finalmente fue capturado de nuevo y llevado de vuelta a Colditz donde fue castigado a pasar 3 meses en aislamiento.
El teniente francés Mairesse Lebrun tuvo más suerte y tras varios intentos de fuga anteriores finalmente consiguió fugarse en julio de 1941. Durante semanas estuvo corriendo en el patio todos los días para fortalecer sus piernas hasta que llegado el día, un compañero le hizo de catapulta ayudándole a impulsarse por encima de la alambrada. Los guardias lo vieron y aunque abrieron fuego no consiguieron alcanzarle, Lebrun consiguió saltar también el siguiente muro y tras robar una bicicleta llegó a la frontera suiza. Dos semanas después, el comandante del campo Oflag IVc recibió una carta donde se le solicitaban los efectos personales de Lebrun.
Otro de los intentos de fuga memorables lo protagonizaron dos tenientes polacos en mayo de 1941 mediante una cuerda construida con sábanas. Tras hacer todo lo posible para ser confinados en aislamiento, forzaron las cerraduras y se situaron en el tejado de uno de los edificios de los guardas desde donde debían descender por su cuerda de sábanas 36 metros hasta el suelo ya fuera del campo. Fueron detectados por los guardias alemanes mientras descendían por la cuerda cuando éstos oyeron el sonido de las botas en la pared del edificio y capturados inmediatamente.
La construcción de túneles o la utilización de antiguos túneles que tenía el Castillo, fue uno de los métodos más habituales para intentar escapar. Dos de estos intentos fueron realmente elaborados, uno llevado a cabo por oficiales británicos y otro por oficiales franceses.
Los británicos encontraron una vía de escape a través de las alcantarillas que había debajo del castillo en 1941. El acceso era desde de la cantina (el comedor) y tras varios viajes de reconocimiento, decidieron extender el túnel para hacer una salida hasta el exterior por donde pudieran pasar. Tras varios meses de preparación, el 29 de mayo intentaron la escapada, sobornando a uno de los guardias con 100 marcos alemanes. Pat Reid fue el encargado de organizarlo, se escondió por la noche en la cantina y abrió la puerta a sus compañeros que fueron pasando uno a uno al túnel para escapar. Sin embargo su aventura no tu éxito, el guardia sobornado les traicionó y los 12 hombres fueron capturados por los guardias alemanes que les estaban esperando.
Los franceses por su parte construyeron un túnel que se convirtió en una auténtica obra de ingeniería, el túnel más largo para intentar escapar del Castillo de Colditz. Debajo de la torre del reloj de la capilla tenían acceso a los sótanos y desde la bodega de vinos comenzaron a cavar un túnel durante más de 8 meses en 1941.
Tras 4 metros excavados tuvieron que modificar el recorrido debido a que se toparon con roca que no podían picar, la solución fue desviar la excavación pasando por debajo de la capilla. La longitud total del túnel francés fue de 44 metros con una profundidad final de 8 metros y medio.
La labor fue titánica, construyendo un túnel que contaba con suministro eléctrico que tomaron desde la capilla, la entrada al túnel se tapaba con rocas que cubrían el agujero y se limpiaba de nuevo la bodega tras cada trabajo para no dejar rastro de la excavación que estaban realizando. Los escombros extraídos eran izados en sacos por la torre del reloj y ocultados en los altos del castillo.
A pesar de su trabajo y especial cuidado, los alemanes sospechaban que se estaba excavando un túnel y se dedicaron a buscarlo por todo el recinto hasta que dieron con él. Este intentó francés quedó frustrado cuando les quedaban apenas 2 metros de túnel para terminarse.
El último intento de fuga del Castillo de Colditz fue también probablemente el más ingenioso y original. La idea era construir un planeador que se lanzase desde el tejado para descender suavemente cerca de 60 metros hasta más allá del rio Mulde, en el aparato podrían ir dos personas.
La idea del planeador de Colditz (Colditz glider) se le ocurrió a Tony Rolt, un teniente británico que después de la guerra participó en el primer Gran Premio de Fórmula 1 en 1950. A pesar de ser un hombre de acción, no tenía experiencia como piloto por lo que encargó la construcción del avión a dos oficiales de la RAF que también estaban cautivos, Jack Best y Bill Goldfinch. El planeador fue construido en el ático de la capilla, un lugar al que los alemanes no tenían visión desde sus puestos de guardia. En su construcción emplearon todos los materiales de que disponían: tablas de madera de las camas, tableros del suelo, cables eléctricos, toallas, ropas de cama... incluso construyeron una rampa de lanzamiento a partir de unas mesas y una bañera llena de cemento como contrapeso para alcanzar la suficiente aceleración. El planeador construido era realmente ligero, con 109 kilos de peso, su envergadura era de casi 10 metros y una longitud de 6 metros.
Los acontecimientos de la guerra provocaron que el planeador nunca llegara a volar. Cuando ya estaba casi terminado, llegaron noticias de que la Segunda Guerra Mundial estaba cerca de su fin, por lo que se decidió que el intento de escapar en él se haría en mayo o solo se adelantaría como vía de escape para que alguno de los prisioneros pudiera llegar hasta las tropas americanas en el caso de que las SS recibieran las órdenes de ejecutar a los prisioneros. Finalmente el 16 de abril de 1945 las tropas estadounidenses liberaron el campo de prisioneros del Castillo de Colditz. El planeador original de Colditz no se conservó aunque se pudo tomar una única fotografía de este curioso ingenio.
En el año 2000 se realizó una réplica para el documental "Escape From Colditz" donde se demostró que el planeador hubiera funcionado. Actualmente se puede visitar esta réplica en el Imperial War Museum de Londres.
En los pocos años que el Castillo de Colditz funcionó como campo de prisioneros Oflag IVc se produjeron incontables intentos de fuga. Según las cifras oficiales, 32 oficiales consiguieron fugarse con éxito aunque otras fuentes apuntan a que pudieron ser más.
En la actualidad, el Castillo de Colditz pertenece al Estado de Sajonia. Se han renovado parte de los edificios para convertirlo en un albergue juvenil mientras otras se han mantenido tal como estaban durante la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndose en un museo dedicado a las fugas que allí se dieron.
Los orígenes del Castillo de Colditz se remontan al año 1158 cuando comenzó su construcción, sirviendo de baluarte defensivo y atalaya durante siglos. Tras varias reconstrucciones y renovaciones, el recinto del castillo y sus terrenos anexos se utilizaron para diversas funciones como hospicio y hospital psiquiátrico, hasta que durante la Primera Guerra Mundial fue utilizado como campo para prisioneros de guerra.
El hecho de que nadie consiguiera fugarse de Colditz hizo que fuera utilizado de nuevo para esta función también durante el régimen nazi.
Los nazis comenzaron a usar Colditz para sus intereses poco después de llegar al poder en 1933. En esa primera época se encarceló allí a comunistas, judíos y homosexuales. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial pasó a denominarse oficialmente como Oflag IVc (Offizierslager IVc o Campo de oficiales). Entre octubre de 1940 que llegaron los primeros prisioneros y abril de 1945 cuando Colditz fue tomado por las tropas estadounidenses, el campo Oflag IVc estuvo funcionando como prisión nazi de máxima seguridad, acogiendo entre sus muros a oficiales experimentados en fugas de otros campos; a los denominados "volksfeindlich" o traidores; y a algunos personajes distinguidos o familiares de personajes aliados importantes que habían sido capturados.
Su seguridad era tal que a menudo se decía que había más guardias que prisioneros dentro de sus muros siendo la única prisión de alta seguridad de este tipo de toda Alemania. Controlado por la Wehrmacht, una guarnición vigilaba el patio con sus dos únicas salidas mientras todo el recinto estaba rodeado de alambradas y vigilado constantemente por 200 centinelas. Además el castillo estaba construido sobre un terreno idóneo para esta función ya que se asentaba en un saliente de rocas sobre el río Mulde, en la localidad de Colditz, a más de 400 kilómetros de una frontera que no estuviera bajo el dominio nazi.
A pesar de todo ello, el Castillo de Colditz es conocido por los numerosos intentos de fuga que se produjeron durante esos años. Si bien la mayoría no tuvieron éxito y los prisioneros fueron capturados de nuevo tras conseguir fugarse, se estima que entre 30 y 36 personas alcanzaron su objetivo de escapar y ponerse a salvo en las poco más de 20 fugas exitosas que hubo. Solo se produjo una muerte, la del teniente británico Michael Sinclair en septiembre de 1944 cuando fue tiroteado al intentar saltar la valla, fue enterrado con honores militares en el mismo cementerio del castillo.
Para preparar las fugas, los prisioneros idearon una forma de obtener información de algunos guardas alemanes o de gente del pueblo, creando una especie de mercado negro con los suministros que les enviaba la Cruz Roja. Gracias también a algunos objetos que conseguían introducir en la prisión a través de los paquetes personales que recibían, con los que se fabricaron herramientas y a una gran labor de campo por la que obtuvieron duplicados de llaves, mapas e identificaciones falsas, en poco tiempo se empezaron a producir las primeras fugas. En algunos momentos llegaron a ser tan numerosos los intentos de escape que se nombró un oficial de fugas para poder coordinarse. Este cargo recayó en Pat Reid, un oficial que años después escribiría un libro sobre la prisión de Colditz y los intentos de fuga aunque él no consiguió escapar con éxito.
La primera fuga con éxito del Castillo de Colditz se produjo en abril de 1941, cuando el teniente francés Le Ray consiguió escapar y huir a Suiza. Le Ray aprovechó la disputa de un partido de fútbol para esconderse en una cabaña en construcción y evitar a los guardias, allí se vistió de civil con unas ropas que había escondido, tras huir, caminó más de 400 kilómetros hasta la frontera Suiza y alcanzó la libertad. Antes que él ya lo habían intentado otros 8 presos en 4 intentos de fuga, el primero de ellos en marzo, cavando un túnel. Los 8 fueron capturados antes de poder escapar.
Los intentos de fuga se siguieron sucediendo de las formas más variopintas: disfrazándose de guardias, de electricistas, incluso de mujer; haciéndose pasar por enfermos para fugarse más fácilmente desde el hospital al que eran trasladados; escondiéndose en el saco de correos; construyendo túneles desde casi cualquier sitio como los baños o la capilla; e incluso alguno de ellos consiguió fugarse mientras era conducido a juicio escapando por el camino y subiéndose a un tren.
Los guardias alemanes llegaron a construir un museo en el castillo donde iban recogiendo todo el material de fugas que incautaban. Dos de las piezas destacadas eran dos cabezas de arcilla que los presos construyeron para sustituir en el recuento a los oficiales que conseguían fugarse.
Algunos de estos intentos de fuga del campo Oflag IVc fueron tan originales y elaborados que merecen ser mencionados en más detalle. No solo son dignos de un guión de Hollywood, en algunos casos fueron la inspiración para algunas de las más conocidas películas sobre fugas.
En diciembre de 1940, el prisionero Peter Allan Murray intentó fugarse metido dentro de un colchón. Este oficial británico que hablaba un alemán fluido gracias a que había estudiado en Alemania antes de la guerra, se vistió con un uniforme de las juventudes hitlerianas y aprovechando su pequeña estatura y peso, se escondió dentro de uno de los colchones que se iban a llevar fuera del campo. Consiguió llegar hasta Viena donde pidió asilo al consulado americano (Estados Unidos no había entrado aún en el conflicto oficialmente) que se lo negó. Exhausto y sin dinero, finalmente fue capturado de nuevo y llevado de vuelta a Colditz donde fue castigado a pasar 3 meses en aislamiento.
El teniente francés Mairesse Lebrun tuvo más suerte y tras varios intentos de fuga anteriores finalmente consiguió fugarse en julio de 1941. Durante semanas estuvo corriendo en el patio todos los días para fortalecer sus piernas hasta que llegado el día, un compañero le hizo de catapulta ayudándole a impulsarse por encima de la alambrada. Los guardias lo vieron y aunque abrieron fuego no consiguieron alcanzarle, Lebrun consiguió saltar también el siguiente muro y tras robar una bicicleta llegó a la frontera suiza. Dos semanas después, el comandante del campo Oflag IVc recibió una carta donde se le solicitaban los efectos personales de Lebrun.
Otro de los intentos de fuga memorables lo protagonizaron dos tenientes polacos en mayo de 1941 mediante una cuerda construida con sábanas. Tras hacer todo lo posible para ser confinados en aislamiento, forzaron las cerraduras y se situaron en el tejado de uno de los edificios de los guardas desde donde debían descender por su cuerda de sábanas 36 metros hasta el suelo ya fuera del campo. Fueron detectados por los guardias alemanes mientras descendían por la cuerda cuando éstos oyeron el sonido de las botas en la pared del edificio y capturados inmediatamente.
La construcción de túneles o la utilización de antiguos túneles que tenía el Castillo, fue uno de los métodos más habituales para intentar escapar. Dos de estos intentos fueron realmente elaborados, uno llevado a cabo por oficiales británicos y otro por oficiales franceses.
Los británicos encontraron una vía de escape a través de las alcantarillas que había debajo del castillo en 1941. El acceso era desde de la cantina (el comedor) y tras varios viajes de reconocimiento, decidieron extender el túnel para hacer una salida hasta el exterior por donde pudieran pasar. Tras varios meses de preparación, el 29 de mayo intentaron la escapada, sobornando a uno de los guardias con 100 marcos alemanes. Pat Reid fue el encargado de organizarlo, se escondió por la noche en la cantina y abrió la puerta a sus compañeros que fueron pasando uno a uno al túnel para escapar. Sin embargo su aventura no tu éxito, el guardia sobornado les traicionó y los 12 hombres fueron capturados por los guardias alemanes que les estaban esperando.
Los franceses por su parte construyeron un túnel que se convirtió en una auténtica obra de ingeniería, el túnel más largo para intentar escapar del Castillo de Colditz. Debajo de la torre del reloj de la capilla tenían acceso a los sótanos y desde la bodega de vinos comenzaron a cavar un túnel durante más de 8 meses en 1941.
Tras 4 metros excavados tuvieron que modificar el recorrido debido a que se toparon con roca que no podían picar, la solución fue desviar la excavación pasando por debajo de la capilla. La longitud total del túnel francés fue de 44 metros con una profundidad final de 8 metros y medio.
La labor fue titánica, construyendo un túnel que contaba con suministro eléctrico que tomaron desde la capilla, la entrada al túnel se tapaba con rocas que cubrían el agujero y se limpiaba de nuevo la bodega tras cada trabajo para no dejar rastro de la excavación que estaban realizando. Los escombros extraídos eran izados en sacos por la torre del reloj y ocultados en los altos del castillo.
A pesar de su trabajo y especial cuidado, los alemanes sospechaban que se estaba excavando un túnel y se dedicaron a buscarlo por todo el recinto hasta que dieron con él. Este intentó francés quedó frustrado cuando les quedaban apenas 2 metros de túnel para terminarse.
El último intento de fuga del Castillo de Colditz fue también probablemente el más ingenioso y original. La idea era construir un planeador que se lanzase desde el tejado para descender suavemente cerca de 60 metros hasta más allá del rio Mulde, en el aparato podrían ir dos personas.
La idea del planeador de Colditz (Colditz glider) se le ocurrió a Tony Rolt, un teniente británico que después de la guerra participó en el primer Gran Premio de Fórmula 1 en 1950. A pesar de ser un hombre de acción, no tenía experiencia como piloto por lo que encargó la construcción del avión a dos oficiales de la RAF que también estaban cautivos, Jack Best y Bill Goldfinch. El planeador fue construido en el ático de la capilla, un lugar al que los alemanes no tenían visión desde sus puestos de guardia. En su construcción emplearon todos los materiales de que disponían: tablas de madera de las camas, tableros del suelo, cables eléctricos, toallas, ropas de cama... incluso construyeron una rampa de lanzamiento a partir de unas mesas y una bañera llena de cemento como contrapeso para alcanzar la suficiente aceleración. El planeador construido era realmente ligero, con 109 kilos de peso, su envergadura era de casi 10 metros y una longitud de 6 metros.
Los acontecimientos de la guerra provocaron que el planeador nunca llegara a volar. Cuando ya estaba casi terminado, llegaron noticias de que la Segunda Guerra Mundial estaba cerca de su fin, por lo que se decidió que el intento de escapar en él se haría en mayo o solo se adelantaría como vía de escape para que alguno de los prisioneros pudiera llegar hasta las tropas americanas en el caso de que las SS recibieran las órdenes de ejecutar a los prisioneros. Finalmente el 16 de abril de 1945 las tropas estadounidenses liberaron el campo de prisioneros del Castillo de Colditz. El planeador original de Colditz no se conservó aunque se pudo tomar una única fotografía de este curioso ingenio.
En el año 2000 se realizó una réplica para el documental "Escape From Colditz" donde se demostró que el planeador hubiera funcionado. Actualmente se puede visitar esta réplica en el Imperial War Museum de Londres.
En los pocos años que el Castillo de Colditz funcionó como campo de prisioneros Oflag IVc se produjeron incontables intentos de fuga. Según las cifras oficiales, 32 oficiales consiguieron fugarse con éxito aunque otras fuentes apuntan a que pudieron ser más.
En la actualidad, el Castillo de Colditz pertenece al Estado de Sajonia. Se han renovado parte de los edificios para convertirlo en un albergue juvenil mientras otras se han mantenido tal como estaban durante la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndose en un museo dedicado a las fugas que allí se dieron.