Es relativamente habitual que muchas películas estén basadas en hechos reales o tengan detrás un trasfondo de realidad, incluso cuando se trata de historias que parecen inverosímiles o cuya trama es difícilmente imaginable que pueda haber detrás una historia real.
Claros ejemplos de ello son películas como "Los pájaros" (1963) de Alfred Hitchcock o "Tiburón" (1975) de Steven Spielberg, dos conocidos films que ya forman parte de la historia del cine, y que esconden una verdadera historia detrás del guion que se llevó a la gran pantalla.
A esta lista se suma la película "Cocaine Bear" (titulada Oso vicioso en España), un peculiar thriller basado en hechos reales, sobre un oso negro de Georgia que en 1985 se comió una bolsa con varios gramos de cocaína. Al conocerse la curiosa historia, la prensa de la época otorgó el divertido apodo de "Pablo EskoBear" al oso.
Si bien la película Cocaine Bear se basa en una historia real, lo cierto es que la trama de la película difiere en gran parte con lo que realmente sucedió. La verdadera historia del Oso vicioso "Cocaine Bear" es bastante menos hollywoodiense que lo que el espectador puede ver en el film.
El 11 de septiembre de 1985, y tras el aviso del residente local Fred Myers, la policía descubrió el cadáver de un hombre en un camino de entrada a la localidad de Knoxville (Tennessee). El hombre iba fuertemente armado, vestía un chaleco antibalas, gafas de visión nocturna, llevaba miles de dólares en efectivo y unos 35 kilos de cocaína (un cargamento valorado en 14 millones de dólares) en una bolsa de lona verde del ejército atada a la cintura.
Cuando las autoridades investigaron el asunto, descubrieron que se trataba de Andrew Carter Thornton II, quien había sido paracaidista, oficial de policía y abogado antes de dedicarse al contrabando de drogas. Thornton se había convertido en un buscado traficante de drogas que transportaba cargas de cocaína a los Estados Unidos desde Colombia en su avioneta Cessna 404, pero su carrera como traficante terminó abruptamente aquel día.
Según la investigación, Thornton había muerto cuando su paracaídas no se abrió después de saltar desde su avión, el cual descubrieron las autoridades más tarde a casi 100 kilómetros de distancia, en Hayesville (Carolina del Norte). Pudieron identificar la relación del cadáver con la avioneta gracias a una llave encontrada en el cuerpo del hombre. Al parecer, Thornton había dirigido el avión hacia el Océano Atlántico y lo puso en piloto automático antes de dar su desafortunado salto.
Tres meses después del suceso se descubrió que Thornton no había sido la única victima de su último y accidentado vuelo. En noviembre de 1985, un cazador descubrió un oso negro muerto de casi 90 kilos de peso en el Bosque Nacional Chattahoochee (al norte de Georgia). Cerca del cadáver del oso se encontraba una bolsa de lona que originalmente contenía aproximadamente 35 kilos de cocaína.
El desafortunado animal aparentemente se había acercado a la bolsa al verla caer del cielo y se había comido varios gramos de cocaína, muriendo poco después por una sobredosis. Como dedujeron más tarde las autoridades, la extraña escena se encontraba directamente en la ruta de vuelo del Cessna de Thornton. El traficante había tirado la bolsa de cocaína porque llevaba una carga demasiada pesada en el avión y posteriormente se lanzó con su paracaídas defectuoso, lo que le costó la vida.
El cazador que encontró al animal, no informó inicialmente a las autoridades del descubrimiento, y de hecho, pasaron hasta tres semanas antes de que un agente de caza y pesca se enterara de lo sucedido con el oso e informara al GBI (el departamento de investigación de Georgia). Cuando las autoridades finalmente descubrieron el cuerpo del oso el 20 de diciembre, las 40 bolsas de cocaína que había en el interior de la bolsa de lona estaban abiertas y vacías.
El médico forense jefe del Laboratorio Criminalístico del Estado de Georgia reportó que el estómago del oso estaba "literalmente lleno hasta el borde con cocaína", aunque estimó que el oso había absorbido solo de 3 a 4 gramos de la sustancia en su torrente sanguíneo en el momento de su muerte. Aunque no existe apenas literatura científica al respecto, se estima que una dosis fatal para un ser humano del mismo tamaño es de aproximadamente 7,5 gramos.
Aunque no se pudo demostrar, es harto improbable que el oso, conocido ya por entonces como "Cocaine Bear" o "Pablo EskoBear", consumiera o destruyera tal cantidad de cocaína, por lo que las autoridades dedujeron que probablemente algún lugareño encontró la droga y se la quedó, ya que su valor en el mercado era de varios millones de dólares.
La curiosa historia de Cocaine Bear en todo caso no terminó ahí. El médico forense pensó que era una pena no hacer nada con el oso, y le pidió a un amigo que lo diseccionara. Inicialmente, regalaron el oso al Área Recreativa Nacional del Río Chattahoochee, sin embargo, cuando el oso fue trasladado a un lugar de almacenamiento para protegerlo de la amenaza de incendios forestales, desapareció. Posteriormente, apareció en una casa de empeño, donde la compró el cantante de country Waylon Jennings. Los restos del oso "Cocaine Bear" finalmente llegaron al Kentucky Fun Mall de Lexington, donde se exhiben hoy en día.
Casi cuatro décadas después del suceso, Elizabeth Banks es la directora que se puso al frente del proyecto y llevó la historia de Cocaine Bear al cine, en una película que se estrena en 2023. El film, que cuenta con el actor Ray Liotta en su última película como obra póstuma, se basa en parte en los hechos reales acaecidos, pero también se incluyen muchos elementos de ficción, convirtiendo al oso negro en un peligroso animal enloquecido por el consumo de cocaína que ataca y mata a cualquiera que se cruce con él.
Las diferencias entre realidad y ficción en las películas suelen ser la tónica habitual de Hollywood, pero en cualquier caso sirve para dar a conocer al gran público la curiosa historia de Cocaine Bear, o al menos una parte de lo sucedido en los bosques de Georgia en 1985, con un traficante de droga y un oso negro como protagonistas involuntarios.