Stupendemys, la mayor tortuga de agua dulce que ha existido

Hace aproximadamente 10 millones de años, en los sedimentos del antiguo sistema fluvial amazónico, habitó una criatura tan imponente que aún hoy en día sigue fascinando a paleontólogos y aficionados a la prehistoria. Se trata de la especie Stupendemys geographicus, la mayor tortuga de agua dulce que haya existido en la Tierra. Su tamaño colosal, sus hábitos y su papel en el ecosistema del Mioceno tardío la convierten en una de las especies fósiles más extraordinarias jamás descubiertas en Sudamérica.

La tortuga gigante Stupendemys geographicus
La Stupendemys vivió hace entre 5 y 12 millones de años, durante el período del Mioceno tardío, una época en la que la región que hoy conocemos como la cuenca del Amazonas era una red inmensa de ríos, lagos y humedales. Su hábitat abarcaba zonas que actualmente pertenecen a Venezuela, Colombia, Brasil y Perú, cuando el sistema fluvial protoamazónico albergaba una rica biodiversidad de reptiles, peces y mamíferos.

El descubrimiento inicial de esta gigantesca tortuga se produjo en la década de 1970, pero fue en el año 2020 cuando un equipo internacional de paleontólogos liderado por Rodolfo Sánchez y Marcelo Sánchez Villagra publicó una descripción más completa a partir de nuevos restos fósiles hallados en el desierto de Urumaco, Venezuela. Uno de los caparazones encontrados mide más de tres metros de largo, y se estima que el animal completo pudo haber alcanzado una longitud total de hasta 4 metros y un peso superior a 1.100 kilogramos. Esta dimensión supera ampliamente a cualquier tortuga de agua dulce actual y solo es comparable, en términos de tamaño, a las tortugas marinas fósiles.

El caparazón de Stupendemys no solo destaca por su tamaño, sino también por su morfología. En algunos ejemplares, los paleontólogos encontraron proyecciones óseas similares a cuernos situadas a ambos lados del caparazón, probablemente presentes solo en los machos. Estas estructuras podrían haber servido como armas para el combate entre individuos rivales, algo que recuerda al comportamiento de ciertos animales modernos, como los ciervos o incluso algunas tortugas terrestres actuales que luchan por parejas o territorio.

Su poderosa mandíbula y su estructura ósea sugieren que era principalmente herbívora, alimentándose de frutas caídas, plantas acuáticas y vegetación densa de la ribera. Sin embargo, como muchas tortugas modernas, también es posible que consumiera ocasionalmente invertebrados o pequeños animales, lo que la convertiría en una omnívora oportunista.

Caparazón Tortuga Stupendemys geographicus
Uno de sus posibles depredadores era el Purussaurus, uno de los cocodrilos más grandes que han existido, capaz de alcanzar hasta 12 metros de longitud. Sin embargo, el gigantesco caparazón de Stupendemys, en combinación con su gran fuerza, habría sido una defensa formidable incluso contra estos temibles reptiles.

El estudio de Stupendemys no solo ha servido para ampliar nuestro conocimiento sobre la evolución de las tortugas, sino que también arroja luz sobre los antiguos ecosistemas tropicales de América del Sur. Los fósiles hallados permiten reconstruir interacciones ecológicas, rutas de dispersión y adaptaciones morfológicas vinculadas al gigantismo, un fenómeno que ocurre con frecuencia en entornos estables y ricos en recursos y que se puede ver también en numerosos mamíferos prehistóricos gigantescos.

La gran abundancia de frutas, vegetación flotante y cuerpos de agua extensos pudo haber favorecido la evolución hacia grandes tamaños, como ocurrió también en otras especies contemporáneas. Además, su enorme caparazón ha sido comparado con una especie de “refugio móvil”, que le proporcionaba protección tanto frente a depredadores como a rivales.

En palabras del paleontólogo Marcelo Sánchez, citado por Nature Ecology & Evolution (2020), "el hallazgo de un caparazón casi completo y un cráneo bien preservado es clave para comprender cómo vivía esta tortuga, cómo era su comportamiento y su evolución". La presencia de estos fósiles en zonas tan separadas como Venezuela y Colombia también sugiere que existían conexiones fluviales antiguas que permitían una amplia distribución de especies.

A pesar de su enorme tamaño y sus adaptaciones defensivas, la Stupendemys geographicus desapareció hace aproximadamente unos 5 millones de años, al final del Mioceno, durante un período de importantes cambios geológicos, climáticos y ecológicos en América del Sur.

Esqueleto Tortuga Stupendemys geographicus
Uno de los factores más influyentes en su extinción parece haber sido la transformación del paisaje sudamericano. Durante el Mioceno tardío, la elevación progresiva de los Andes modificó profundamente los patrones de drenaje y el clima en la región amazónica. Este levantamiento montañoso fragmentó antiguos sistemas fluviales y humedales donde habitaban muchas especies, incluyendo a la Stupendemys, restringiendo su hábitat y acceso a recursos vitales.

Al mismo tiempo, estos cambios geográficos alteraron la disponibilidad de plantas acuáticas y frutas que constituían su principal dieta. La pérdida de grandes áreas de agua dulce interconectadas, junto con una mayor competencia por alimentos y la reducción de zonas adecuadas para su reproducción, contribuyeron a un descenso poblacional progresivo.

Otro posible factor para su extinción fue la presión ecológica de nuevos depredadores o de especies más eficientes en el mismo nicho ecológico. Aunque su tamaño la protegía en parte, la aparición de nuevos competidores o depredadores más especializados en un entorno cambiante pudo haber impactado su supervivencia.

Por otra parte, la llegada del Plioceno trajo consigo también nuevas condiciones climáticas, más secas y variables, que afectaron a muchas especies de gran tamaño en los trópicos. Como ocurre frecuentemente en la historia natural, las especies más grandes del planeta suelen ser más vulnerables a cambios rápidos en el entorno, debido a su baja tasa reproductiva y mayores requerimientos de espacio y alimento.

Stupendemys vs. Archelon

Al hablar de tortugas prehistóricas gigantes, es inevitable comparar a Stupendemys con la gigantesca Archelon, una especie marina que vivió durante el Cretácico superior, hace aproximadamente 80 millones de años. A diferencia de la Stupendemys, que vivía en agua dulce, Archelon era una tortuga marina que navegaba los mares poco profundos que cubrían gran parte de América del Norte en aquella época

La especie Archelon ischyros podía alcanzar 4,6 metros de largo y un peso estimado de más de 2.000 kilogramos, superando incluso a Stupendemys en tamaño y peso. Sin embargo, su caparazón era más flexible y menos macizo, adaptado a un estilo de vida más hidrodinámico. Mientras Archelon vagaba por mares repletos de reptiles marinos y peces prehistóricos gigantes, Stupendemys se desplazaba con majestuosa lentitud por los ríos del Mioceno sudamericano, entre manatíes primitivos, caimanes gigantes y peces pulmonados.

Ambas tortugas colosales representan en todo caso extremos evolutivos en contextos distintos. Mientras Archelon supuso el cenit de las tortugas marinas prehistóricas; Stupendemys fue sin duda la cúspide de las tortugas fluviales.


Comparación tamaño Stupendemys vs. Archelon

Las plantas más peligrosas del mundo

A simple vista, muchas plantas pueden parecer simplemente hermosas y completamente inofensivas. Sin embargo, al igual que sucede en el reino animal, la evolución de la naturaleza ha llevado a que la flora también desarrolle mecanismos de defensa tan sofisticados como letales. Las plantas más peligrosas del mundo son especies vegetales que albergan toxinas capaces de provocar desde un dolor insoportable hasta la muerte en cuestión de minutos. 

Ortiga australiana (Dendrocnide moroides)

Nativa del noreste de Australia e Indonesia, la Dendrocnide moroides, también conocida como "gympie-gympie", "ortiga australiana" o "planta del suicidio", es una especie de ortiga gigante que ha adquirido una gran fama mundial por el dolor extremo que causa al simple contacto con su follaje. Puede alcanzar entre uno y tres metros de altura y tiene hojas grandes que miden hasta 30 centímetros de largo. 

A pesar de su tamaño, su aspecto puede no resultar amenazante a simple vista, ya que la Dendrocnide moroides se compone de hojas grandes en forma de corazón y pequeños frutos similares a moras que pueden engañar al observador desprevenido. Sin embargo, toda su superficie está cubierta por finos pelos urticantes que, al quebrarse, inyectan una neurotoxina devastadora

El más leve contacto con esta peligrosa planta produce un dolor inmediato y progresivo, descrito por sus "víctimas" como "una mezcla entre ser electrocutado y quemado con ácido al mismo tiempo". Lo más inquietante es que esta desagradable sensación puede durar semanas, incluso meses, y reactivarse con los cambios de temperatura o al contacto con el agua fría. No es una planta letal en la mayoría de los casos, pero sí ha causado la muerte de animales y ha llevado a algunas personas al borde del suicidio debido a la intensidad del dolor.

En investigaciones médicas recientes, sus compuestos han despertado una gran interés por su potencial en el estudio del dolor crónico. A pesar de su toxicidad, algunos insectos nativos de Australia e Indonesia han desarrollado inmunidad y se alimentan exclusivamente de esta planta.

Dendrocnide moroides - Ortiga australiana


Ricino (Ricinus communis)

El Ricinus communis, comúnmente conocido como ricino, es una planta ornamental que puede crecer como arbusto o árbol pequeño, alcanzando una altura de entre 1,5 y 5 metros. Es originaria del este de África y se ha naturalizado en muchas regiones tropicales y subtropicales del mundo. Su apariencia es llamativa, con hojas grandes, lobuladas y frutos espinosos de color rojizo o verde.

La planta contiene ricina, una toxina extremadamente potente que inhibe la síntesis de proteínas en las células. Ingerir tan solo unas pocas semillas puede ser fatal para un adulto, provocando náuseas, hemorragias internas, fallo hepático y, finalmente, la muerte. La sustancia es tan peligrosa que ha sido utilizada con fines criminales y terroristas. Uno de los casos más notorios es el asesinato del disidente búlgaro Georgi Markov en 1978, quien fue atacado con un paraguas modificado que inyectó una microcápsula de ricina.

A pesar de su toxicidad, de la semilla de ricino también se extrae el aceite de ricino, un producto medicinal y cosmético que, al purificarse, no contiene ricina. Un buen ejemplo de que incluso las plantas más peligrosas pueden tener usos beneficiosos si se manipulan con el conocimiento adecuado.

Ricinus communis - Ricino


Acónito (Aconitum napellus)

Con sus flores azules o púrpuras en forma de casco, el Aconitum napellus, conocido como acónito o "casco de Júpiter", es una de las plantas más venenosas de Europa. Puede alcanzar entre 1 y 1,5 metros de altura y suele crecer en zonas montañosas o prados húmedos. Todas sus partes son tóxicas, especialmente su raíz, que contiene un alcaloide llamado aconitina, capaz de interferir en la transmisión de los impulsos nerviosos, provocando parálisis y fallo cardíaco.

Lo más alarmante del acónito es que su veneno puede absorberse incluso a través de la piel, lo que lo convierte en un riesgo para quienes lo manipulan sin protección. En la antigüedad, era un arma letal habitual: se usaba para envenenar flechas, puntas de lanzas y copas de vino. Era también conocido como "el veneno de los reyes", usado en diversas conspiraciones palaciegas a lo largo de la historia.

En medicina tradicional china y tibetana, algunas variedades del Aconitum han sido utilizadas con precaución para tratar dolores intensos, pero siempre con una preparación compleja para reducir su toxicidad. En la actualidad, su uso está estrictamente controlado, y en muchos países, su venta está prohibida.

Aconitum napellus- Acónito


Adelfa (Nerium oleander)

La adelfa (Nerium oleander) es una de las plantas ornamentales más comunes en jardines o bordeando las carreteras de zonas con climas cálidos. Puede crecer como arbusto o árbol pequeño, alcanzando hasta 6 metros de altura. Tiene hojas largas, coriáceas y flores de colores que van del blanco al rosado o rojo intenso. A pesar de su belleza, es altamente tóxica en todas sus partes, debido a la presencia de glucósidos cardíacos como la oleandrina.

La ingestión de una pequeña cantidad puede causar náuseas, vómitos, alteraciones del ritmo cardíaco y, en casos severos, la muerte por paro cardíaco. Se han documentado numerosos casos de intoxicación accidental, especialmente en niños y ganado que pastaba cerca. Incluso el humo de la planta al quemarse puede resultar tóxico.

La adelfa se ha investigado como posible fuente de compuestos farmacológicos para tratar ciertos tipos de cáncer y enfermedades cardíacas, aunque el margen entre una dosis terapéutica y una letal es extremadamente estrecho, lo que hace que su aplicación médica sea muy limitada.

Nerium oleander - Adelfa


Cicuta (Conium maculatum)

La cicuta (Conium maculatum) es una planta herbácea bienal que puede alcanzar entre 1,5 y 2,5 metros de altura. Tiene un tallo hueco y moteado de púrpura, hojas similares al perejil y flores blancas agrupadas en umbela. Su aspecto engañoso ha causado numerosas intoxicaciones accidentales. Su toxicidad se debe a la coniina (cicutina), un potente alcaloide que afecta el sistema nervioso central.

La coniina bloquea la transmisión neuromuscular, provocando una parálisis progresiva que comienza por las extremidades y termina afectando los músculos respiratorios. A diferencia de otras toxinas que provocan espasmos o dolor, la cicuta causa una muerte tranquila pero inevitable, por asfixia, mientras la mente permanece lúcida.

En tiempos antiguos y medievales, la cicuta se usaba tanto como método de ejecución, así como analgésico o sedante si se administraba en pequeñas dosis. Hoy su cultivo está prohibido en muchos países, y su recolección accidental puede ser mortal, ya que a menudo se confunde con plantas comestibles similares como el perejil silvestre o el hinojo.

Conium maculatum - Cicuta