El origen de las máquinas de pinball, al menos tal y como las conocemos hoy en día, se sitúa habitualmente en la década de 1930, poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, las raíces de los pinballs se remontan mucho más atrás en el tiempo.
Durante más de cien años. estos juegos evolucionaron y se hicieron más pequeños hasta convertirse en juegos de mesa con tableros llenos de clavos o piezas de metal (también llamados "alfileres" por su nombre "pins" en inglés) que rodeaban varios agujeros por los que se disparaban o rebotaban pequeñas canicas. En 1869, Montague Redgrave, un inventor británico, se mudó a Estados Unidos y comenzó a fabricar estas mesas llamadas "Bagatelle", como se las conocía en la época. Sólo dos años después, creó el lanzador mediante resorte para los juegos y así nació la moderna máquina de pinball.
Estos primigenios pinballs continuaron, prácticamente sin cambios, hasta 1931, cuando pasaron a funcionar con monedas. Los jugadores se solían dirigir a la taberna local donde, por un centavo, les daban de cinco a siete bolas, que eran lanzadas por el émbolo con resorte inventado por Redgrave. Se trataba en realidad de un juego muy básico donde el jugador estaba a merced del azar en función de los movimientos y rebotes de la canica.
El tablero del juego consistía simplemente en una base de madera bajo un cristal, con varios "pins" y agujeros distribuidos aleatoriamente. No había manera, excepto inclinando la mesa, de controlar hacia dónde se iba a dirigir la pelota. En 1933, se introdujo por primera vez la máquina de pinball eléctrica, que incluía ya luces intermitentes, parachoques activos y un solenoide que impulsaba la bola hacia arriba y fuera del agujero en el centro del tablero si aterrizaba allí en su trayectoria. No sería hasta 1947 cuando se agregaron las famosas paletas o flippers a las máquinas de pinball con el objetivo de mantener la pelota en juego durante más más tiempo.
Quizás la persona en Estados Unidos más comprometida con la prohibición de los pinballs fue el alcalde de Nueva York, Fiorello LaGuardia, argumentando para tomar esta decisión que los juegos de pinball estaban "robando" el dinero a los niños, asegurando que preferían gastar el dinero en jugar a las máquinas en lugar de comprarse el almuerzo. LaGuardia también sostenía que los salones de pinball eran negocios controlados por la mafia y los gánsteres. Lo cierto es que en este sentido tenía parte de razón, ya que la llamada mafia estaba involucrada en el negocio de todo tipo de juegos de arcade que comenzaron a aparecer a partir de la Gran Depresión.
Como resultado de la prohibición de la máquinas de pinball en la ciudad de Nueva York, el alcalde LaGuardia ordenó al departamento de policía realizara redadas en los locales donde había sospechas de que se jugaba al pinball. Un tipo de redadas con una gran similitud a las que el país había experimentado unas décadas con la prohibición de consumir alcohol durante la época de la Ley Seca.
LaGuardia ordenó a la policía que reuniera las máquinas de pinball que encontraran por toda la ciudad y arrestara a sus dueños, incautándose durante los registros policiales miles de máquinas. Cientos de propietarios de estos pinballs terminaron arrestados, algunos de ellos incluso cumpliendo penas de cárcel. Las máquinas incautadas terminaron destrozadas con mazos y martillos, y muchos de los restos acabaron arrojados a algunos de los ríos del área metropolitana de la ciudad de Nueva York.
Con la llegada de las prohibiciones del pinball en otras ciudades del país, tanto las propias máquinas como los jugadores pasaron a la clandestinidad. En Nueva York, las máquinas de pinball terminaron trasladándose a sórdidos locales como sex shops o bares nocturnos de dudosa reputación, particularmente en barrios como Harlem y East Village. Locales que se convirtieron básicamente en bares clandestinos de pinball tras la prohibición.
El fin de la prohibición de las máquinas de pinball en Nueva York llegó finalmente en 1976. Roger Sharpe, editor de la revista GQ por entonces, y jugador profesional de pinball decidió hacer una demostración frente a varios funcionarios gubernamentales, para demostrar que el pinball era un juego de habilidad y no de azar, y por tanto no debía ser tratado ni regularse de la misma forma que las apuestas.
Al parecer la demostración de juego de Roger no comenzó demasiado bien, pero pudo jugar una partida en la que fue comentando con precisión la trayectoria que recorrería la bola tras el disparo inicial o después de ser golpeada con los flippers para llevarla hacia donde él quería. Su partida de demostración funcionó y el gobierno de la ciudad acabó votando por unanimidad levantar la prohibición al pinball.
Tras Nueva York, muchas otras ciudades de Estados Unidos siguieron su ejemplo y también eliminaron la prohibición, aunque curiosamente algunas ciudades del país mantienen aún hoy en día esta ley en sus ordenanzas municipales, si bien no hay constancia de que se haya vuelto a aplicar.
Las máquinas de pinball volvieron a la salas de Arcade durante la década de 1970 y rápidamente volvieron a experimentar una gran acogida entre el público. Esta época de éxito para los pinball sin embargo no duraría mucho, ya que poco a poco comenzaron a ser sustituidas las máquinas en muchos locales por una nueva forma de entretenimiento mucho más rentable y masiva, debido a la llegada de la década dorada de los videojuegos en los 80.
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