Eldfell (Montaña de Fuego en islandés) es el nombre de un cono volcánico de cerca de 200 metros de altura, situado en la isla de Heimaey (Islandia), que se formó a partir de una repentina erupción volcánica ocurrida al este de la isla el 23 de enero de 1973.
La catástrofe natural provocó una enorme crisis en la isla y llevó a su evacuación temporal. Tras la caída de la ceniza volcánica, que destruyó cientos de casas, vino la amenaza de las lenguas de lava que descendían de la montaña. Cuando el avance del flujo de lava volcánica amenazó con destruir el puerto, la principal fuente de ingresos de la isla, los habitantes ingeniaron un curioso plan para detenerla.
Se montó una operación para bombear agua de mar y enfriar la lava volcánica para detener su avance. El plan fue todo un éxito: consiguieron salvar el puerto y la isla de Heimaey pudo retomar su vida normal tras la erupción volcánica de Eldfell.
Islandia es una región de frecuente actividad volcánica, debido a su ubicación en la Cordillera del Atlántico Medio (Dorsal mesoatlántica), donde las placas de América del Norte y la Euroasiática se están separando.
El archipiélago de Vestmannaeyjar (Islas Westman) se encuentra frente a la costa sur de Islandia y consta de varias islas pequeñas, todas formadas por erupciones en la época del Holoceno. Heimaey es la isla más grande del archipiélago y la única habitada. Antes de que se produjera la erupción volcánica de 1973 que daría lugar a la formación del cono de Eldfell, la isla de Heimaey ya contaba también con el cono volcánico de Helgafell, también de 200 metros de altura y formado en una erupción hace unos 5.000 años.
En la tarde del 21 de enero de 1973, comenzaron a producirse una serie de pequeños temblores alrededor de Heimaey. Eran demasiado débiles para que los sintieran los residentes de la isla, pero una estación sísmica situada a 60 kilómetros de distancia, cerca del continente, registró más de 100 grandes temblores en la madrugada del 22 de enero, que parecían provenir del sur de Heimaey. El temblor más grande hasta ese momento alcanzó los 2,7 en la escala de Richter. El inicio de la gran erupción fue casi completamente inesperado debido a que los pequeños temblores de tierra son muy comunes en los límites de las placas.
En la madrugada del 23 de enero se abrió una fisura en el lado este de la isla, apenas a un kilómetro del centro de la ciudad de Heimaey. La fisura se extendió rápidamente de 300 metros a una longitud de 2 kilómetros, cruzando la isla de una orilla a otra. Un espectacular flujo de lava brotó de 50 a 150 metros de altura a lo largo de toda la fisura, y alcanzó una longitud máxima de unos 3 kilómetros durante las primeras horas de la erupción.
Pocas horas después de la erupción comenzaron las labores de evacuación. Ya se habían desarrollado previamente planes de evacuación para una emergencia de este tipo y la Organización de Defensa Civil de Islandia evacuó a toda la población de Heimaey. La evacuación fue necesaria porque los flujos de lava ya se estaban moviendo lentamente hacia el lado este de la ciudad, y toda la pequeña isla estaba amenazada por la probabilidad de una fuerte caída de ceniza.
Casi toda la flota pesquera se encontraba en el puerto, algo que ayudó enormemente a la organización de una rápida evacuación. La población fue alertada de la situación por los camiones de bomberos que hacían sonar sus sirenas, y se reunieron en el puerto con solo la pequeña cantidad de posesiones que pudieron llevar. La mayor parte de la población abandonó la isla en barco. A las seis horas del inicio de la erupción, casi la totalidad de las 5.300 personas de la isla se encontraban a salvo en tierra firme. Solo quedaron algunas personas para realizar funciones esenciales y rescatar pertenencias de casas amenazadas.
A los dos días de la erupción, las fuentes de lava habían construido un cono de ceniza de más de 100 metros cúbicos por segundo. El nombre que se le dio inicialmente al nuevo volcán fue Kirkjufell (Montaña de la Iglesia), pero posteriormente se cambió el nombre por el de Eldfell (Montaña de Fuego).
Las erupciones continuaron depositando tefra gruesa (piroclasto) sobre la mitad norte de la isla y el cono aumentó hasta alcanzar los 200 metros de altura. Los flujos de lava viajaron de norte a este a lo largo de la costa de la isla, amenazando también el puerto, la principal fuente de ingresos de la isla, ya que Heimaey era principalmente una isla pesquera, y si el puerto era destruido, la industria pesquera de la isla quedaría devastada. A principios de mayo, el flujo de lava tenía entre 9 y 20 metros de altura, y un promedio de más de 35 metros de espesor. La alta viscosidad condujo a un flujo de lava masivo que se movía lentamente pero de forma implacable por el terreno.
Las casas cercanas a la grieta fueron inmediatamente destruidas por los flujos de lava y la caída de piroclastos. Pocos días después de que comenzara la erupción, la dirección predominante del viento se movió hacia el oeste, lo que provocó grandes caídas de piroclastos sobre el resto de la isla, causando grandes daños a la propiedad.
Muchas casas fueron también destruidas por el peso de la caída de ceniza, pero los equipos de voluntarios que trabajaron para quitar la ceniza de los techos y tapar las ventanas salvaron muchas más. A fines de enero, los piroclastos cubrían la mayor parte de la isla, alcanzando los 5 metros de profundidad en algunos lugares. Además de la caída de cenizas, algunas casas también fueron quemadas por incendios causados por bombas de lava, por el avance de los flujos de lava.
A pesar de la proximidad de la erupción a la ciudad y los extensos daños a la propiedad (con cerca de 400 casas destruidas) solo se pudo atribuir una muerte a la erupción, la de un hombre que había irrumpido en una farmacia para adquirir medicamentos y murió asfixiado por los gases tóxicos.
La posibilidad de que los flujos de lava arrasaran el puerto era la amenaza más significativa que enfrentaba la ciudad. Un plan de contingencia que se había ideado llegado el caso, consistía en crear un canal para la lava en el lado norte de la isla, pero se esperaba que si el flujo de lava podía ralentizarse, esto no sería necesario.
Los flujos de lava habían sido rociados con agua en el pasado, en un intento de frenarlos, en Hawái y en el Monte Etna, pero habían sido operaciones a pequeña escala cuyo éxito fue limitado. Sin embargo, se habían realizado también algunos experimentos en Islandia donde se demostró que teóricamente se podía detener el avance de la lava si se solidificaba prematuramente el flujo.
El primer intento de enfriar y ralentizar el flujo de lava, rociando el borde de avance con agua de mar, comenzó el 6 de febrero, y aunque el volumen de agua que se bombeaba era bastante pequeño (100 litros por segundo) se detectó que la idea parecía funcionar y el avance de la lava se vio notablemente afectado.
Al inicio de las operaciones, el flujo de lava era un bloque, cubierto de bombas volcánicas y con un color rojizo oxidado. Después de enfriarse, la superficie se volvió más irregular y era mucho más difícil caminar sobre ella. El enfriamiento mediante agua de mar de la lava fue lento pero eficiente, con casi toda el agua convertida en vapor. Una vez que se demostró la viabilidad del enfriamiento de la lava, se incrementaron los esfuerzos para detener los flujos.
La capacidad de bombeo del agua de mar se incrementó a principios de marzo, cuando un gran trozo de la pared del cráter se desprendió de la cima de Eldfell y comenzó a ser llevado por la parte superior del flujo de lava hacia el puerto. El trozo, apodado Flakkarinn (El Errante), habría amenazado seriamente la viabilidad del puerto si lo hubiera alcanzado, y el 1 de marzo se trajo el barco de dragado Sandey para evitar su avance. Finalmente, se consiguió detener su avance cuando se rompió en dos pedazos que se detuvieron aproximadamente a 100 metros la entrada al puerto.
Las operaciones de enfriamiento de lava posteriores fueron aún más ambiciosas. Se rociaron hasta 400 litros por segundo sobre el flujo que avanzaba, y se colocó una red de tuberías sobre la lava para distribuir el agua de mar en un área lo más amplia posible. Los soportes de madera para las tuberías se incendiaron donde la lava estaba más caliente, e incluso los soportes de aluminio se derritieron, pero el agua de mar fría que fluía a través de ellos impidió que las tuberías se derritieran.
A finales de marzo, una quinta parte de la ciudad había sido cubierta por flujos de lava y se requería una mayor capacidad de bombeo. Treinta y dos bombas, cada una con una capacidad de hasta 1000 litros por segundo, fueron traídas desde Estados Unidos. Después de que estas bombas comenzaron a enfriar el flujo que avanzaba hacia la ciudad, su movimiento se desaceleró dramáticamente y pronto se detuvo.
Un curioso efecto inesperado de la operación de enfriamiento de la lava fue el depósito de grandes cantidades de sal donde se roció agua de mar sobre la lava. Grandes extensiones de flujo quedaron incrustadas con extensos depósitos blancos, y se estimó que se depositaron hasta 220.000 toneladas de sal en total.
La operación de enfriamiento de la lava procedente del cono Eldfell finalizó el 10 de julio de 1973. Se habían bombeado en total aproximadamente 7,3 millones de metros cúbicos de agua de mar. La erupción llegó a los titulares de todo el mundo cuando comenzó y fue cubierta constantemente por los equipos de noticias islandeses en todo momento. Los esfuerzos de los isleños para detener los flujos de lava recibieron especial atención, con cobertura en publicaciones como National Geographic.
La atención que acaparó la isla como resultado de la erupción, llevó a un aumento posterior del turismo una vez que terminó la erupción volcánica. Para finales de 1975, el 85% de los habitantes habían regresado a Heimaey, entre los que se incluían un 42% de personas cuyas casas habían sido destruidas en la catástrofe. Las empresas pesqueras de la localidad recuperaron en unos meses la actividad y los niveles normales de producción.
El interior de los flujos de lava puede permanecer a temperaturas de varios cientos de grados durante muchos años debido a la baja conductividad térmica de la roca. Debido a ello, tras el final de la erupción, los científicos comenzaron a evaluar la viabilidad de extraer calor geotérmico de los flujos de enfriamiento gradual.
Pronto se idearon sistemas de calefacción experimentales y en 1974 se conectó la primera casa mediante este sistema. El plan se extendió a varias casas más y al hospital de la isla, y en 1979 se inició la construcción de cuatro plantas más grandes para extraer calor de los flujos. Cada planta extraía energía filtrando agua hacia las partes calientes y recolectando el vapor resultante. Las plantas podrían generar hasta 40 megavatios de energía, que luego también suministraron agua caliente a casi todas las casas de la isla.
Tras la histórica erupción volcánica de 1973, el cono Eldfell se encontraba a unos 220 metros sobre el nivel del mar. Desde entonces, su altura ha disminuido entre 18 y 20 metros debido al hundimiento y la compactación de los piroclastos, así como a la erosión, pero sigue manteniéndose como un lugar turístico muy visitado de esta bella isla de Islandia.
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