La Primera Guerra Mundial, también conocida como la Gran Guerra, fue uno de los conflictos más devastadores de la historia. Entre 1914 y 1918, millones de soldados y civiles murieron en una contienda que transformó para siempre el mapa político, social y cultural del mundo. El 11 de noviembre de 1918, tras años de trincheras, sangrientas batallas y una escala de destrucción sin precedentes hasta entonces, el conflicto acabó.
Henry Nicholas John Gunther nació en 1895 en Baltimore, Maryland, en el seno de una familia de inmigrantes alemanes. Como muchos jóvenes de su generación, llevaba una vida tranquila antes del estallido de la Primera Guerra Mundial. Trabajaba como oficinista en un banco y parecía destinado a una vida ordinaria, lejos de los campos de batalla europeos. Sin embargo, en 1917 fue reclutado por el Ejército de Estados Unidos, en un contexto en el que la nación norteamericana acababa de entrar en la guerra para apoyar a los Aliados. Fue asignado al 313.º Regimiento de Infantería de la 79.ª División, con destino a Francia.
Los testimonios posteriores indican que Gunther no siempre estuvo satisfecho con su servicio. Había escrito cartas a casa que fueron interpretadas como críticas hacia la guerra y hacia el Ejército, lo que le valió una degradación en su rango. Este hecho lo marcó profundamente, pues su reputación y honor habían quedado en entredicho. Algunos historiadores sostienen que, a partir de ese momento, se volvió más arriesgado en combate, como si buscara redimirse frente a sus superiores y compañeros.
El 11 de noviembre de 1918 amaneció con una expectativa diferente a cualquier otro día en el frente occidental. El armisticio había sido firmado en la madrugada, y su entrada en vigor estaba prevista para las once de la mañana.Los soldados de ambos bandos sabían que las horas restantes de la guerra estaban contadas, y en muchos sectores se vivía un ambiente extraño, una mezcla de alivio, tensión y desconcierto. Sin embargo, en algunos puntos todavía se libraban combates, ya sea por falta de comunicación o por la inercia de más de cuatro años de violencia.
Gunther se encontraba en la región de Chaumont-devant-Damvillers, en el noreste de Francia. Faltaba apenas un minuto para que se hiciera efectiva la paz cuando ocurrió el episodio que lo convertiría en una figura singular en la historia militar. Según las crónicas, Gunther cargó de manera solitaria contra una posición alemana, con la bayoneta calada.
Los soldados enemigos, sabiendo que el armisticio estaba a punto de entrar en vigor, intentaron detenerlo sin violencia. Dispararon al aire y le gritaron que se detuviera, pero Gunther continuó avanzando. Finalmente, se vieron obligados a abrir fuego, y el soldado estadounidense cayó abatido a las 10:59 de la mañana del 11 de noviembre de 1918, un minuto después, la guerra había terminado oficialmente.
La muerte de Gunther, literalmente en el último minuto de la guerra, siempre ha generado un intenso debate entre los historiadores debido a lo innecesario de una acción casi suicida. Algunos interpretan su acción como un intento desesperado de probar su valentía y recuperar el honor perdido tras su degradación; mientras que otros historiadores apuntan a que simplemente se dejó llevar por la tensión del momento, sin aceptar del todo que la guerra había llegado a su fin. Sea cual fuere la razón, lo cierto es que Henry Gunther pasó a la historia como el último combatiente en morir durante la Primera Guerra Mundial.
A pesar de que inicialmente fue visto como un acto innecesario, en los años posteriores su figura fue reivindicada y homenajeada. En 1923 el Congreso de Estados Unidos le otorgó de manera póstuma la Cruz de Servicio Distinguido, reconociendo así su sacrificio; y en 2008 se construyó un pequeño memorial cerca del lugar donde Gunther fue abatido, en el que se instaló una placa conmemorativa. En su tumba en Baltimore puede leerse un recordatorio de su trágico destino: Gunther, el último soldado estadounidense caído en la Gran Guerra.
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