
La luz blanca en la fotosfera solar (la superficie luminosa del sol) fue observada y registrada por los astrónomos ingleses Richard C. Carrington y Richard Hodgson. Un evento solar que tuvo efectos y consecuencias para la Tierra, como las espectaculares y brillantes auroras que se pudieron observar por todo el planeta esos días.
Diversos estudios han demostrado que de producirse un evento de esta magnitud en la actualidad, causaría grandes problemas a una sociedad moderna y dependiente de la tecnología. En 2012 se produjo una tormenta solar de una magnitud similar, aunque no produjo apenas consecuencias debido a que pasó la órbita de la Tierra sin golpear el planeta.

Poco antes del mediodía del 1 de septiembre, los astrónomos aficionados ingleses Richard Carrington y Richard Hodgson, hicieron las primeras observaciones independientes de una gran llamarada solar. El evento se asoció con una eyección de masa coronal masiva (CME - Coronal Mass Ejection) que viajó directamente hacia la Tierra, tardando 17,6 horas para hacer un viaje de 150 millones de kilómetros.
Estas grandes llamaras solares pueden tardar varios días en llegar a la Tierra, por lo que se cree que la velocidad tan alta de este CME fue debido a que ya se había producido anteriormente otra gran eyección de masa coronal, probablemente la que causó las Auroras del 29 de agosto. Esta primera llamarada solar habría preparado el camino de plasma de viento solar, produciéndose posteriormente el Evento Carrington.

El fenómeno atmosférico de las auroras se pudo observar en casi cualquier lugar del planeta, tanto en el Hemisferio Norte como en el Hemisferio Sur, incluso en lugares tan alejados de los Polos como el Caribe.
En las Montañas Rocosas de Estados Unidos las auroras eran tan brillantes que su resplandor despertó a los mineros y buscadores de oro, quienes se levantaron y comenzaron a preparar el desayuno pensando que ya había amanecido. En el noroeste del país había tanta claridad por este fenómeno natural, que incluso se podía leer el periódico a la luz de las auroras.

Los telégrafos de toda Europa y Norte América quedaron inutilizados, dando en algunos casos descargas eléctricas a los operadores de telégrafos. Muchos postes o pilónes de telégrafos estallaron en chispas y se llegaron a producir también efectos curiosos, como los de varios operadores de telégrafo que podían seguir enviando y recibiendo mensajes a pesar de que se habían desconectado de la red eléctrica.
Desde que en 1833 Carl Friedrich Gauss inventó el magnetómetro, se han podido registrar potentes tormentas solares geomagnéticas, aunque ninguna de tal magnitud como el Evento Carrington de 1859. Entre ellas, destacan eventos menos severos como la tormenta solar de 1921 o la producida en 1960, que interrumpió numerosas emisiones de radio. Una de las más potentes fue la tormenta geomagnética ocurrida en marzo de 1989, que dejó sin electricidad a buena parte de la ciudad de Quebec en Canadá.

Las llamaradas solares son algo habitual. Dependiendo de los ciclos solares (ciclos de 11 años), la frecuencia e intensidad de estos eventos varía con el tiempo. Según los científicos que han estudiado muestras de hielo, donde se podrían encontrar registros históricos de eventos similares en el pasado, creen que no se ha vuelto a producir una llamarada solar de tal magnitud como la "llamarada de Carrington", en los últimos 500 años. También afirman que las grandes tormentas solares con suficiente intensidad como para poder resultar peligrosas para la Tierra, se producen aproximadamente cada 50 años.
Otros científicos sin embargo rechazan estas hipótesis. Consideran que el estudio de las capas de nitratos en el hielo, para conocer la historia de las tormentas solares que han afectado al planeta, no es una técnica fiable, poniendo también en duda sus conclusiones.
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